Los recientes comunicados de algunos Colegios Médicos muestran que el concepto de violencia obstétrica no solo no es bien comprendido, sino que a los profesionales nos resulta muy difícil y doloroso enfrentar la posibilidad de estar ejerciendo violencia sobre nuestras pacientes, sentimos un profundo rechazo y experimentamos una fuerte reacción emocional ante lo que vivimos como una gravísima acusación sin fundamento. De ahí la vehemente negativa de muchos a aceptar desde el propio término de “violencia obstétrica”, frente al que se han propuesto alternativas menos crudas como “asistencia obstétrica no respetuosa”, “prácticas obstétricas abusivas”, “maltrato institucional sobre la mujer”, hasta su misma existencia.
Aunque podría discutirse la fortuna del término “violencia obstétrica”, a pesar de figurar ya en una publicación inglesa de principios del siglo XIX, lo cierto es que ha resultado el más utilizado hasta el punto que se ha consagrado por el uso. Y si el término es discutible, la realidad que señala parece indiscutible. Así lo muestran los numerosísimos testimonios de mujeres recogidos por el Observatorio de la Violencia Obstétrica, entre otras organizaciones, diferentes trabajos de investigación y lo que, me atrevería a decir, hemos oído narrar la mayoría de nosotros y nosotras a mujeres de nuestro entorno. También lo reconoce la Declaración de la OMS 2014 “Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud”, cuando afirma: “Un número cada vez mayor de investigaciones sobre las experiencias de las mujeres en el embarazo y, en particular, en el parto, plantean un panorama alarmante: muchas mujeres en todo el mundo sufren un trato irrespetuoso, ofensivo o negligente…”. Más recientemente, esta realidad ha sido objeto de un Informe de la Relatora Especial sobre Violencia contra la Mujer presentado a la Asamblea General de la Naciones Unidas en julio de 2019 con el título: “Enfoque basado en los derechos humanos del maltrato y la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva, con especial hincapié en la atención al parto y la violencia obstétrica”. De igual forma, la Resolución del Consejo de Europa 2306 de 2019, Obstetrical and Gynaecological Violence afirma “La violencia obstétrica y ginecológica es una forma de violencia que se ha ocultado durante mucho tiempo y que todavía se ignora con demasiada frecuencia…”. Abunda también en ello la Resolución del Parlamento Europeo 2021 sobre la Estrategia de la Unión para la igualdad de género: “Considerando que la violencia de género en el ámbito sanitario, por ejemplo, la violencia obstétrica y ginecológica, es una forma de violencia que solo ha salido a la luz en los últimos años…”. Incluso la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) ha condenado al Estado español por un caso de violencia obstétrica. Y su vicepresidenta ha afirmado: “Es hora de poner fin a la violencia obstétrica. Las mujeres no deberían experimentar un trato abusivo y discriminatorio durante el parto”.
Ante estas evidencias los profesionales sanitarios no podemos simplemente negar la existencia de la violencia obstétrica. La historia de nuestro arte, la Medicina y la Matronería, nos muestra claramente lo que Julio Verne afirmaba: “La ciencia se compone de errores que son los pasos hacia la verdad”. Como científicos debemos realizar una revisión permanente de nuestras prácticas y cultura profesional a la luz de la mejor evidencia científica disponible y de la evolución de la sensibilidad y de las aspiraciones de una sociedad que actualmente considera como valor superior la autonomía de los pacientes y los cuidados centrados en sus necesidades y preferencias. Tenemos, por tanto, que tratar de aproximarnos a lo que el término violencia obstétrica quiere decirnos.
Aunque no existe una definición comúnmente aceptada algunas de las propuestas pueden ayudarnos a entender lo que supone la violencia obstétrica:
Aquella que ejercen los sistemas de salud y los profesionales sanitarios sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres y que se expresa en un trato jerárquico deshumanizador, en un abuso de la medicalización y patologización de los procesos naturales del embarazo, parto, puerperio y lactancia que ocasiona una pérdida de la autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad impactando negativamente en la calidad de vida e las mujeres, sus hijos y familias. (Legislación Venezuela)
Maltrato físico, humillación y abuso verbal, procedimientos médicos no consentidos, no obtener el consentimiento informado, negativa a administrar medicamentos para el dolor, descuido de la atención o violaciones graves de la intimidad (OMS)
El desconocimiento de las necesidades emocionales de la madre y del bebé en cualquier momento del embarazo, del parto y del puerperio inmediato, así como de la autoridad y autonomía que la mujer tiene sobre su sexualidad, su cuerpo y sus bebés y las posturas, ritmo y tiempos que requiere el parto para desarrollarse con normalidad. Jesusa Ricoy. OVO
Pero, más allá de las definiciones, cuando hablamos de violencia obstétrica nos referimos a:
- No respetar la fisiología del parto y del nacimiento interviniendo en todos los partos independientemente de su normal evolución
- Realizar prácticas rutinarias no basadas en la evidencia: restricción de movimientos y de ingesta de líquidos, expulsivo en posición de litotomía, separación del recién nacido, retrasar el inicio de la lactancia, entre otras.
- Utilizar tecnología inadecuada: oxitocina, rotura de bolsa, monitorización continua, episiotomía, corte precoz de cordón… en partos normales
- No atender las necesidades básicas de mujeres y recién nacidos: seguridad, intimidad, respeto, acompañamiento familiar, libertad de movimientos, atención integral al dolor, expulsivo en posición libre, contacto piel con piel, succión del pecho en cuanto el recién nacido esté dispuesto, etc.
- No incorporar prácticas beneficiosas: acompañamiento, métodos no farmacológicos de alivio del dolor, parto en posición vertical, contacto piel con piel, inicio inmediato de la lactancia, alojamiento conjunto, etc.
- No implementar lo que se ha dado en llamar cesáreas humanizadas
- No disponer de Unidades Neonatales abiertas con cuidados centrados en la familia y el desarrollo
- No respetar el protagonismo y la autonomía de las mujeres: ignorar los planes de parto y nacimiento, no informar, no respetar sus decisiones y preferencias, no aceptar la autonomía de las mujeres gestantes para decidir los riesgos que quieren asumir, considerar a las embarazadas como sujetos pasivos, objetos de intervención y a los profesionales como los sujetos activos…
- No respetar que el consentimiento informado es ética y legalmente sagrado y que las mujeres embarazadas tienen el mismo derecho que el resto de la ciudadanía a decidir sobre su propia salud y su propio cuerpo gestante.
- Intervencionismo innecesario, fórceps didácticos, maniobra de Kristeller, inadecuación del uso de las cesáreas.
- Variabilidad injustificada: Tasa de cesáreas 2018 en hospitales públicos: España 21,8%, País Vasco 13,5%, Extremadura 28,7%. En hospitales privados: España 36,5%, País Vasco 22,1%, La Rioja 58,1%.
- Autoritarismo, trato irrespetuoso, desconsideración, humillaciones, infantilización, abandono o desatención, críticas, culpabilización, amenazas…
- Exponer innecesariamente los genitales, tactos sin autorización, presencia de estudiantes sin consentimiento, presencia de profesionales no necesarios…
- No prestar atención y acompañamiento a los abortos, los partos traumáticos, la pérdida perinatal y el duelo
- No prestar ayuda profesional y de calidad cuando hay dificultades con la lactancia
- Desatender la salud mental en embarazo y postparto
- En tiempos de pandemia: Incumplir las recomendaciones oficiales, regresar a protocolos desactualizados, impedir el acompañamiento, negar la analgesia epidural, incrementar la tasa de cesáreas, inducciones y estimulaciones, separar al recién nacido…
¿De verdad podemos los profesionales sanitarios negar la existencia de la violencia obstétrica?